Era tan bonito cogerte la mano,
bonito por el mero hecho de tenerte
ahí, a mi lado,
sonriendo.
Añoro los abrazos inesperados,
las caricias contenidas y
los susurros al oído,
en noches robadas
de historias de libro.
Y es que no había momento
tan perfecto e intenso
como el que estaba ahí,
contigo.
La rutina de reír a carcajadas
amanecer a tu lado
y pensar en lo efímero de todo
viendo tu cara mientras dormías.
Lograbas que todo brillase,
tocabas a la perfección las teclas,
accionabas el mecanismo mágico
del que ya eras dueño.
Y ahora que no estás
no me sabe bien el invierno,
se respira el frío
y no estás tú para calmarlo,
los recuerdos golpean
las calles vacías
de mi memoria,
donde aún somos nosotros
los dueños del mundo,
donde la vida
no puede ni podrá
alcanzar a separarnos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario