miércoles, 31 de agosto de 2016

Me piden que hable de frío
y recuerdo cuando eras verano
e iluminabas aquella escalera hablando de cosas irrelevantes
y mirándome
como quien mira la felicidad
teniéndola en la palma de su mano.
El frío era bonito en Diciembre
pero solo cuando eras refugio
y no tormenta, 
o herida,
que todavía escuece.
Un día de Septiembre caí
y me quedé en el suelo,
como una niña con las rodillas raspadas
esperando una palabra de consuelo
que nunca era suficiente.
Me perdí intentando encontrarme
y los versos se volvieron turbios,
las noches ladas,
los pinchazos agudos.
Pero tú aún eras tú
y mis rodillas ya estaban marcadas.
Si, hubo alguien que me hizo caer,
pero primero me llevó a lo alto de sus ojos
y juró quereme a voz en grito,
con sonrisa de pillo y piel de gallina.
Lo repitió una vez tras otra
susurrando en mi oído
que lo bonito del frío
era verme bajo su cazadora
con una sonrisa en los labios
y ganas de comerme el mundo.

Cuando la oscuridad viene a verme
recuerdo el negro de tus pupilas
clavado en mi alma,
susurrándome a cada segundo
que soy tan corriente que nadie se giraría al pasar,
que mi inteligencia falta
y mis malos modales sobran.
Se hace noche cuando me convences
y me rindo,
abandono mis principios, mis sueños, mis metas,
lo que siempre me mantuvo en pie.
Porque no soy nadie si no soy como tu quieres,
nada está bien si no es lo que tu decides,
nunca es suficiente
y yo ya he dicho basta.
Hueles a papel,
a tinta,
a libro nuevo y a aventura.
Hueles a escribir
mil historias en la piel,
a escalofrío,
piel de gallina y sonrisas despistadas.
Y te escribo porque,
cuando me ves,
me convierto en poesía.
Se desprende por cada poro de mi piel
y recuerdo de nuevo
cómo late dentro de mi.
Te quiero porque me recuerdas quien soy,
me dejas ser mía y volar.
Te quiero porque me convierto en poesía
cuando susurras en mi oído
que las estrellas no son nada
si las comparas con mis ojos.

jueves, 5 de marzo de 2015

Tienes la mirada que me salva,
me levanta tras cada caída
y logra que sonría sin más.
Eres el que lo hace todo fácil,
un día llegaste a mi vida y,
pese a mi cabezonería,
decidiste quedarte,
pese a ver el desastre
que habita en mí.
Y sonreías todo el tiempo
con ese brillo especial en la mirada.
Escribirte era fácil,
lo difícil era no hacerlo,
lo difícil era no sonreír
al mirarte de reojo
y no enamorarme más de ti
tras cada mirada.
Y el es que consumías
el aire de la habitación
cuando mi respiración se aceleraba
y eras,
en los días malos,
el consuelo de un corazón triste.
Dos almas diferentes
tiradas en la cama
un frío día de invierno,
cogidos de la mano
respirando al compás,
eso éramos nosotros
y todavía lo somos
todavía nos cogemos de la mano
y tengo la inmensa suerte
de disfrutar de tu mirada
disfrutar de tu sonrisa y,
lo más importante,
ser consciente de que
estando al borde del abismo,
tú eras las alas
que salvaban mi caída.

lunes, 23 de febrero de 2015

Vuela alto
mientras puedas,
mientras no te corten
las alas,
mientras no te limiten
y te aten
hasta acabar golpeándote
con tu propia cadena.
No seas perro,
no dejes que te meen encima.
Lluvia en la ventana,
en mi cabeza
pero no en mis ojos.
A veces,
siento que trago
tantas lágrimas
que un día
me voy a ahogar
en ellas
o que,
si no me ahogo,
llegaré a desbordar
y arrasaré con todo
a mi paso,
como el tsunami
hizo con Sumatra.
Y entonces
no sólo me ahogaré yo
si no que
los ahogaré a todos
conmigo.
La cuidad submarina
Quiéreme,
pero quiéreme bien,
no para un rato,
ni cuando te conviene,
quiéreme todos los días,
sin agobios,
sólo por el mero hecho
de quererme,
sólo por que te gusta
ver el contraste
que forma mi sonrisa
con la lluvia
en los días de invierno.