El mar eran sus ojos
y os juro que cuando se agitaba,
llegando a desbordarlos,
lograba que se me partiese
el alma en dos
como si de mí misma
se tratase,
como si el mar
hubiese empapado y echado a perder
todos y cada uno
de mis poemas cursis,
desbaratando el tu y yo
que había implícito en ellos,
dejándome inundada,
sola y vacía
en este eterno invierno
que no es otra cosa
más que la propia nostalgia
rompiendo mis esquemas,
marcando mis versos,
ahora sin besos.